miércoles, 31 de octubre de 2012

El chico simple que era mi mundo



Voy a escribirte a ti aunque no estoy segura que te pertenezca alguna de estas letras.
Siempre disfrazando todo, nada de acá es tuyo, las letras se las come un hombre viejo que tiene tus mismos rasgos, diría que es tu padre, pero son tus manos, cómo no saberlo.
Escuchaba una canción el otro día, hace dos días y empecé a sentir algo que no había sentido hace mucho, desde que te fuiste.
Puse la radio y empezó esa canción, me quedé pasmada con las ondas del temita y tras un minuto que resultaron ser tres días te paraste en mi cabeza y empezaste a saltar.
Me dejaste.
Abrí la puerta.
Sé que te he escrito un montón de cosas.
Lloré un montón de tinta.
A veces en mi cabeza los nombres de los hombres se mezclan y forman un nombre impronunciable.
Amor, pensé que te llamabas.
No quise que las cosas llegaran hasta aquí, me hiciste crecer y creer un montón.
Envuelta en una sábana harapienta me arrastraron las bestias, vi un árbol tallado con ojos amarillos increíbles, dentro de toda la fantasía susurraste mi nombre, odio mi nombre, ya no odio mi nombre, aprendí que tus ojos eran color café, desde la última vez que nos vimos he dejado de llorar a diario.
Está bien que te hayas ido, yo no estaba a tiempo en mi cabeza, tú tenías otro camino, no es ese mi problema, no tengo ningún problema con el hecho de que te fueras, mi lío emocional es cómo lo hiciste.
Hice todo bien.
Desde el comienzo me dijiste que era muy sensible para ti, me quedé ahí, de cara esperando tus golpes con cierto estúpido placer porque yo, justamente yo, podría entender todo lo que tú sentías, mentira, terminaste por convertirme en alguien con la paciencia necesaria para sobrellevar tus malos tratos.
Esta parte es muy estúpida, sentía, en efecto, placer, pero solo porque nadie me amó nunca, porque quería ser útil, no debería seguir cuestionando este punto.
¿Me siento tonta? No, aunque no sé si lo haría una vez más.
Ese chico simple que resultó ser todo mi mundo.
No te perdono, no puedo.
Nunca he podido odiar a nadie. Andas de suerte.
Me has decepcionado tanto, año tras año creí  que cambiabas, ni siquiera por mí, por el paso del tiempo más bien. No lo hiciste. Tengo diez centímetros  de un dolor tremendo atravesando mi estómago, no te quiero culpar, no quiero, tienes toda la culpa.
Siempre me doliste, en cada paso te lloré, a pesar del tiempo, nadie me hirió tanto, era necesario dejarte ir.
Soy un ser tan imperfecto, sabías, me aceptaste, yo acepté toda tu maldad, toda, sé que mi corazón llega a brillar de ingenuidad, lo viste también, atacaste.
Bastante ingenua, inexperta, sumisa. No sé qué tanto de eso queda, siempre queda algo, supongo, no sé qué tanto.
Me causa una gracia enorme verme llorando porque te amé, me da vergüenza haber llegado a eso, sinceramente nunca creí que las cosas llegarían a tal extremo, tú, ellos, ¿quién soy yo?
Soy una imbécil, pero me quiero un montón, a mí y a todos. Agradecida del mundo y las oportunidades.
Estoy tan quieta que no veo nada, una paz absoluta me absorbe ¿A dónde? Sé que no te veré nunca más.
Mañana no sentiré esto ni de broma y si sigo así me daré otro día de descanso, pero jamás de luto, te di años de luto.
Sabes que he perdido a mucha gente, no me importa perderte, me duele que no cambies, que te estanques en tu egoísmo mientras todos crecemos, yo crezco, lejos de ti.
Pendejo egoísta de mierda.
¿Me duele? No estoy segura.
Como duele todo.
Soy débil, eso es lo que más me inquieta, pero no soy estúpida, siempre te vi tras de mi ahuyentando todos mis ánimos de dejarte atrás, me dejé, te juro que cada vez me dejé, por amor. Porque si el amor no es aceptar algo que está roto, entonces no me importa.
Escribiendo esto ya bajé dos escalones, pero los subiré pronto, al menos de eso estoy segura. Sigo pensando que el amor es “aceptar”, en muchos sentidos, no debí amarte nunca, eso pienso, aunque asumo lo que pasó como cualquier valiente.
Tu problema va mucho más allá de mí.  Soy cursi, lo sé, pero soy humana, en cierto sentido, un monstruo convertido, eso soy.
Un monstruo convertido.
Me alegra que te hayas ido con la misma fuerza que me alegró amarte. Suena feo, pero se siente bien.


PD: Valoro tanto tu capacidad de fluir por la vida sin dolor alguno, te juro, me salvó la vida.
PD: La vértebras siempre se acomodan rápido.